Plaza de la revolución

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domingo, 1 de octubre de 2017

Recuerdan detalles del juicio a los asaltantes del Cuartel Moncada en su aniversario 64

Por Claudia González Catalán

No es común tanto silencio en la Sala del Pleno del Tribunal Popular Provincial de Santiago de Cuba. José Manuel Liranza lo agradece para la reflexión. Un pregunta se repetía entre los santiagueros aquella mañana de septiembre de 1953: ¿Por qué Fidel no fue traído a juicio ese día? ¿Dónde estaba Fidel?

Las memorias del juicio a los asaltantes del Cuartel Moncada han sido narradas muchas veces por Martha Rojas; pero hubo otra persona que también compareció en aquella sala durante las sesiones.

En esa época, Alcibiades Salazar, conocido como El Indio, no tenía más de 15 años. Trabajaba como alguacil en este edificio que conoce profundamente. Tanto que le basta una primera mirada de la Sala del Pleno para recordar la posición exacta de cada acusado: “Melba y Haydée estaban alante, -afirma- yo les daba la merienda a ellas primero”.

Sale al pasillo y se sobrecoge. También recuerda a los jóvenes que, desafiando la posibilidad de la muerte, apoyaban desde la ventana a sus compañeros juzgados. Solo él pudo encontrar la toga apropiada para investir a Fidel como abogado: “Yo era el toguero de la Sala de togas. Yo tenía todas las taquillas con togas; pero ese día no me alcanzaban las togas porque había muchos abogados y solo pude encontrar esa que estaba tan vieja que se descosió bajo el brazo cuando Fidel se la puso, porque él era un hombre muy grande”.

Después de las primeras sesiones, era un imperativo de aquel juicio amañando, silenciar la inquisitiva denuncia de Fidel al régimen en los días siguientes. Liranza ha estudiado profundamente los detalles de esta causa: “El Secretario –cuenta Liranza- llama Fidel Castro Ruz, por tres veces, hasta que dice el Presidente: Fidel Castro Ruz no comparecerá. Se le había entregado al Presidente una carta con la información de que Fidel estaba enfermo, firmado por los médicos de la Prisión de Boniato.

“Y es el momento en que Melba se levanta, papel en mano y dice: Eso es mentira, Presidente. Fidel no está enfermo, Fidel goza de perfecta salud. El Presidente del Tribunal trata de impedir entonces que ella llegue a su estrado, hay un militar que también la intercepta.Melba, con ese gesto característico que siempre tuvo, sencillamente lo empujó y siguió. Y llegó con la carta que enviaba Fidel al Presidente del Tribunal”.

Recluido e incomunicado en la Prisión de Boniato, Fidel se valió de la estructura del penal para burlar el cerco de injusticia, según afirma el profe Liranza: “Es un pasillo largo, que va de un extremo a otro de la galera. Y hay un individuo que se mueve a lo largo del pasillo leyendo un libro. En una de las vueltas que él da, cuando llega al fondo, Fidel le lanza el sobrecito con la carta aquella. Él lo atrapa directamente dentro del libro y lo cierra. Ya solo tenía que hacérsela llegar a Melba en otra de sus vueltas. Con ella estaría segura, pues no estaba permitido registrar a una mujer en un centro penitenciario donde solo trabajaban hombres”.

Dirigida al Tribunal de urgencia que juzgaba la Causa 37 de 1953, la carta desmentía la confabulación alrededor de su autodefensa. “Fidel explicaba –dice Liranza- que él no estaba enfermo, que se trataba de impedir por todos los medios que él asistiera a juicio, que se había tratado de organizar su asesinato dentro de la prisión, y que él solicitaba que el tribunal designara peritos forenses para que le hicieran un examen”.

En el silencio de esta sala resuenan aquellas historias. Son el testimonio del justo principio martiano que, desde el fondo de una celda, volvió a estremecer los muros del Cuartel Moncada.

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