Plaza de la revolución

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jueves, 26 de julio de 2012

26 de Julio de 1953 en el recuerdo

Autor : Armando Fernández Martí

"Ya estamos en combate", la voz vibrante del poeta devino en la voz enérgica de la Patria mandando a aquellos más de 100 hombres al cumplimiento de un deber: libertarla. Después Fidel les habló, expuso el plan, los riesgos y les invitó a la lucha. Ellos le siguieron valientemente sin miedo.

Cuando los autos recorrían los más de 15 kilómetros entre la Granjita Siboney y la ciudad, el silencio de la madrugada permitía escuchar claramente un canto: "no temáis una muerte gloriosa, que morir por la Patria es vivir". Cuántos entonces no pensaron en esa posibilidad. Cuánta incertidumbre en cada rostro, en cada corazón.

Tal vez para muchos la calurosa madrugada del julio santiaguero se tornó fría. Es lógico, la posibilidad de la muerte siempre aterra y eso no es cobardía. No enfrentarla si lo es.

Al entrar en la ciudad, todavía de carnavales, cada grupo tomó su rumbo en busca de los objetivos propuestos. Los primeros disparos hicieron pensar a todos que el factor sorpresa, principal propósito de la acción, había fallado. El éxito esperado así se distanciaba y las manos jóvenes apretaron los gatillos de aquellas armas, que más bien parecían para un juego que para tomar aquella fortaleza encerrados entre poderosos muros, como para no permitir el paso de la historia.

Pero se equivocaron, porque el amor a la libertad propició derroches de valor y los corazones se enardecieron, como cuando aquellos mambises del 68 y el 95 cargaban contra el poderío de la colonia y a golpes de machetes lograban victorias.

Pero esta vez no la hubo, porque la desigualdad del combate en hombres y armas lo impidió. La mañana de la Santa Ana se tornó entonces del color de la sangre y la fortaleza toda se salpicó de ella por los crímenes cometidos contra los asaltantes. Más de 60 murieron de una u otra forma, pero pocos en el fragor del combate verdadero. Algunos lograron dispersarse por la ciudad, que los acogió y otros se fueron a las montañas cercanas a continuar la lucha iniciada.

Ninguno se arrepintió de haber venido hasta donde descansaban los restos del Apóstol, para no dejarlo morir, en el Año del Centenario, aunque muchos sabían que la muerte les rondaba, como espada certera sobre sus cabezas.

Después de aquel 26 de Julio se acabó el silencio en la Patria. Ya nada ni nadie pudo detener el ejemplo de aquellos muertos y de los vivos, para que cada cubano se sintiera en el deber de continuar por el sendero emprendido el camino de la victoria y con ella la libertad.

59 años después de aquella gloriosa jornada contamos los hechos de aquel 26, no como un pasaje a a historia, sino como la historia misma de la Patria, que ya libre y soberana, se sabe indetenible, como los que ese día marcharon al combate entonando el himno de Bayamo: "En cadena vivir es vivir, en afrenta y oprobio sumidos, del clarín escuchad el sonido, a las armas valientes, corred".

¡Gloria a la mañana de la Santa Ana!, ¡Gloria a los Héroes y Mártires del Moncada!, ¡Gloria a Cuba!
 

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